Cuando el peso estorba": una reflexión sobre
soltadores y jueces sin condiciones
Por Gallonica
En el mundo del gallo de combate hemos defendido siempre la gallística como cultura, pasión y disciplina. Pero también creemos que cuando algo anda mal, hay que decirlo de frente, sin adornos. Hoy queremos hablar de un problema que muchos prefieren callar, pero que todos han visto: la presencia de soltadores y jueces en mal estado físico y sin el conocimiento necesario para estar dentro de un redondel.
¿De verdad están ayudando al gallo?
Muchos galleros se esfuerzan meses —incluso años— criando y preparando un gallo. Buena genética, alimentación cuidada, amarre serio, atención veterinaria. Pero todo ese trabajo puede irse por la borda en cinco segundos si el soltador no está a la altura.
Porque el soltador no es un ayudante cualquiera. Es el que marca el arranque. Es el que debe leer al gallo, sentirlo, entenderlo. No basta con tener fuerza en las manos: se necesita conocimiento sobre la especie, sobre el comportamiento del ave, sobre su visión, su respiración, su lenguaje corporal.
Un soltador que no sabe de biología aviar es como un mecánico que nunca ha leído el manual del motor que está reparando. Lo puede haber hecho “toda la vida”, pero si no evoluciona, si no se educa, su experiencia se convierte en obstáculo, no en ventaja.
Y si a eso le sumamos reflejos lentos, sobrepeso y torpeza… entonces, ¿quién está ayudando a quién? ¿Estamos soltando gallos o los estamos tirando a perder?
El juez también tiene que estar listo
En las graderías es común oír frases como: “¡Ese juez no vio nada!”, o “¡Qué lento ese gordo, ya el gallo estaba tocado!”. Y aunque suenen fuertes, muchas veces hay verdad detrás.
El juez es la figura de autoridad en el redondel. Debe tener la vista afilada, moverse con agilidad, saber leer una retirada, un toque, una ventaja técnica. Pero si el juez apenas se puede agachar, si se ahoga con tres pasos o si le tiemblan las manos al intervenir, ¿qué clase de justicia puede impartir?
El respeto no lo da la edad ni la barriga, lo da la preparación. Un juez que no estudia, que no entrena, que no se actualiza, está fallándole al gallo y al deporte.
Capacitación individual: una necesidad urgente
Esto no es un llamado institucional ni una propuesta. Es una necesidad real. Cada individuo que participa dentro del redondel —ya sea soltador o juez— debe tener la madurez y el compromiso de autocapacitarse, de formarse con base científica, de adquirir conocimiento verdadero sobre las aves y su manejo.
Ya no basta con decir “así me enseñaron” o “yo siempre lo he hecho así”. La gallística exige evolución. Y esa evolución no depende de decretos ni asociaciones, depende de la voluntad de cada uno por hacer las cosas bien.
Quien ama este arte, quien de verdad respeta a los gallos, tiene la obligación moral de prepararse. Porque ya no es aceptable seguir perjudicando animales por pura ignorancia o comodidad.
Conclusión
La gallística no es juego. Es pasión, es arte, es ciencia, y también es responsabilidad. Si amás los gallos, demostralo con preparación, con disciplina y con respeto. Y si tu cuerpo o tu conocimiento ya no te permiten estar en el redondel, hacé lo más digno: dejá el espacio a quien sí puede hacerlo bien. Porque un gallo vale más que el ego de un mal asistente.
Gallonica no está aquí para aplaudirle todo al mundo. Estamos aquí para decir las cosas como son, aunque incomoden. Porque solo así se mejora.
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